No diré que tu muerte fue una pacífica; tranquila y suave como un lecho de espuma.
No lo diré porque yo te vi sufrir.
Eras lo primero que veía al despertar y lo último antes de ir a dormir, aunque nunca supe si realmente estabas ahí.
Quería que siguieras como antes, con esos colores tan característicos tuyos, espiándome, inmersa desde tu propia biosfera.
¡Cuántas veces te insulté, me burlé, te maldije y deseé lo peor! Pero simplemente no podía dejarte, necesitaba que estuvieras ahí para mi, como algo que nunca cambia, como algo a qué aferrarme.
Escribo esto ahorita aunque no sea reciente, ya tiene tiempo que te fuiste y no había alcanzado el valor para reunir estas palabras.
Perdóname por tanta desdicha que pude brindar a tu vida, perdóname por las injusticias, perdóname por el tiempo que dejé pasar en vano.
Al igual que la vida, la muerte solo se da a notar gracias al paso del tiempo.